En los meses de enero y febrero el festejo
del carnaval se convierte en una atracción turística
irresistible. Las calles de Bella Vista se colman de gente
eufórica por vivir el colorido y el ritmo de los
corsos.
Las comparsas se preparan durante todo el año para
deslumbrar al público y al jurado, que son en definitiva
quienes condimentan el encuentro. La consigna es poner todo
de sí para competir y si es posible, resultar ganadores.
El vestuario de los pasistas, colmado de
lentejuelas, piedras, canutillos y plumas, se complementa
con el ritmo que hace vibrar los pies de los bailarines.
Temática, carrozas, trajes, música y baile
son los objetos de evaluación y el orgullo de quienes
los portan.
Los visitantes del país y de otros lados siempre
notan la influencia brasileña en la organización
de estas noches festivas y la uruguaya por la murga y el
candombe que ponen a mover el esqueleto de los presentes.
La fiesta pagana más aceptada y divertida ya es una
institución en los veranos bellavistense.